viernes, 22 de abril de 2011

Siento llegar el vacío total, de tu mano me voy a soltar.

Estoy en un altibajo permanente. No entiendo mi cabeza. Me molesta sobremanera la duda, me inquieta la enorme y cercana posibilidad de certezas. Me alegra infinitamente un plan completamente inesperado, pero siempre tengo la tonta e inútil duda de si algo va a arruinarlo. Quiero decididamente algo nuevo, respirar un aire fresco que creo tiene nombre; y en ese nuevo andar giro la cabeza y voy armando el rompecabezas de la gran posibilidad de dejar atrás un largo y abrumador pasado, voy comprendiendo y racionalizando lo que implica realmente decidir soltar en forma definitiva, desatar el nudo que nos ata que se tornó tan molesto, al menos para mi. Y siempre está esa horrible tentación a querer dejar abiertas todas las posibilidades (¿todas? ¿o sólo "esa"?) en el afán de controlar un destino imposible de manejar a antojo de nadie; siempre "por si esto no sale bien", "por si en realidad siempre fue asi", vano e inútil masoquismo de dejarte ahí, stand by, para volver a vos o simplemente para tenerte en cuenta como posibilidad residual.

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