martes, 19 de julio de 2011

Ping-pong.

El hilo no se podía romper. La paleta volvía, y la pelota siempre seguía ahí, pendiente de ese hilo. Ping-pong. Ping-pong. Hasta que un día el hilo se rompió, después de tantos golpes y de entender que la paleta la lastimaba, la pelota aprendió que si no cortaba el hilo por lo sano, jamás iba a poder soltarse. Encontré la analogía perfecta: Eras como esa paleta de ping pong que tiene una pelota con un hilito. Si. Entonces vos eras la paleta y yo la pelota. Y el hilo la enferma y delgada relación que intenté sostener con vos.
En fin, ahora no hay más fuente... ¿A dónde vuelvo cuando algo sale mal? A ningún lado. Ahora es todo para adelante. Y siento que adelante no me espera nadie. Si, lo tuyo era enfermizo pero al menos sabía que en definitiva ahí estabas, así como premio consuelo.
Y ahora quiero que seas vos. Quiero que seas vos. Que seas vos. Vos.

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